"El caos fue, en un principio, la oscuridad completa. Pero cuando nació la luz, nacieron los caos de colores. Primero la naturaleza, y después el hombre se encargaron, desde el primer día, de transformar el orden divino de las cosas en el magnífico desorden de las selvas, los mares, los ocasos y las tempestades. También de las ciudades y de las incalculables asimetrías del comportamiento humano animal.

Cuando nació el arte abstracto, nacieron los caos personales intransmisibles: en otras palabras, la visión individual, de cada artísta, de las transfiguraciones posibles de la forma y el color, que son infinitas.

 

Los caos personales de Armando Meléndez son, como los de otros pintores, no los que vuelca en los lienzos, sino los que encuentra en ellos, gracias a una búsqueda que a veces se antoja interminable.

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A esto se agrega un misterio: se vislumbran, con frecuencia, en sus pinturas, algunos espesos velos que parecen ocultarnos algo. Quizás también se lo ocultan al propio autor. Pero lo importante es que estos territorios de la imaginación, configuran en su conjunto paisajes fantásticos, llenos de un colorido a veces fulgurante, a veces sombrío, destinados a despertar en el contemplador, la alegría o el desconcierto. Pero nunca la indiferencia.

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